Que bonito era cuando las personas antes, iban a hacer la compra de las cosas de la casa. Era todo un ritual ya que se trataba de un tour por todos los comercios del barrio o pueblo donde vivías. Visitaban al panadero, al carnicero y la verdulería, pasando por la pequeña zapatería de toda la vida para mirar algún zapato que otro. Eso hace tiempo que se perdió. Yo que nací en 1984, aun pude vivir ese transito de gentes en los pequeños comercios, las colas, el pedir el turno. Las tiendas eran lugares de encuentro donde las señoras por lo general, mantenían conversaciones de lo más dispar, donde todos conocían a todos que los clientes mantenían entre ellos y con los dependientes y propietarios de los comercios. Y los tenderos, personas dedicadas toda una vida a la misma actividad, posiblemente fundadores o herederos de sus padres y abuelos, que conocían a todos y cada uno de los clientes que tenían y cuales eran sus preferencias.
En la actualidad, todo ha cambiado. Cada vez quedan menos pequeños negocios de los de antes, unos por que después de que los dueños originales se jubilarán, nadie a querido continuar con el negocio, que tanto sufrimiento y preocupaciones les hicieron tener. Los pocos que aguantan el chaparrón, luchan contra titanes comerciales de las grandes superficies que destruyen las economías locales, dejando nada más que bazares chinos y kebab.
Se ha perdido ese trato personal entre cliente y dependiente, sustituido por un anonimato frío y estresante, donde el saber tratar e interactuar con el cliente ha sido eliminado por un estudio del comportamiento de los consumidos.